“Pues si por la
transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno
solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la
justicia”.
Para reinar en vida se necesita recibir abundante gracia, y solo los pecadores que no tienen mérito alguno ni nada que ofrecer a Dios, son los únicos que pueden aceptar gracia.
Creer que Dios trae su favor debido a nuestra propia justicia, solo tiene una consecuencia: "Caer de la gracia". (Gál. 5:4)
Dios acepta solo la justicia de Cristo, la justicia perfecta que de cara a la Ley. Solo Jesucristo ha logrado cumplir y obedecer esta Ley, y aún así ha sufrido su castigo.
La ley ha sido plenamente satisfecha.
Ése es, nos dice Pablo, el camino de la salvación divina. Dios nos ha dado la justicia de Cristo. Si estamos conscientes de nuestra necesidad de esa justicia y acudimos a Dios y reconocemos tal carencia, Dios nos dará la justicia de su propio Hijo. A los que creemos en Él, nos imputa su justicia y nos considera justos, declarándonos y pronunciándonos justos en Jesucristo.
Éste es el camino de la salvación, el camino de la salvación en Cristo, el camino de la salvación mediante la justificación por la fe.
Lo que puede resumirse de la siguiente manera: "Yo no veré, ni creeré, ni buscaré nada ni a nadie, que no sea el Señor Jesucristo". Por esta razón Pablo expresa: “¿Dónde, pues, está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál principio? ¿Por el de la observancia de la ley? No, sino por el de la fe” (Romanos 3:27)
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