¿Condena Dios al hombre?

¿Condena Dios al hombre?


"En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana".


Seamos francos, a menudo creemos que Dios condena al hombre por el pecado. Este pensamiento es porque vemos al pecado como un crimen. Cuando un hermano peca, es inevitable señalar su falta, lo lamentable no es tanto que señalemos o no, sino que al hacerlo vemos a nuestro hermano como un sinvergüenza, un caradura e inmoral. No hemos podido ver el pecado como una enfermedad, en lugar de esto pensamos que es un delito.

¿Te imaginas criticar a una persona porque tenga cáncer? "Eres un inmoral y un sinvergüenza porque tienes un tumor en tu cuerpo". Con seguridad, ninguno de nosotros haríamos eso.
La prohibición de Dios a Adán de comer del árbol de la ciencia, no era solo de un deseo de que el hombre le obedeciera en todo, ¡NO!, lo prohibió porque el árbol efectivamente era veneno, era cierto que el fruto de ese árbol lo mataría, como efectivamente ocurrió. Desde ese momento, todos los hombres heredan ese tumor, como un cáncer que inevitablemente causará la muerte.

Por esta razón Dios debe extirpar este tumor y trasplantarlo a un cuerpo sano, a un cuerpo que no estuviera contaminado y de esa manera condenar el pecado en ese cuerpo.


Note que Dios no condenó a su hijo Jesús, tampoco condenó al hombre como tal, desde la perspectiva de Romanos 8:3, Dios condenó fue al pecado, y lo condenó en la carne de su hijo santo y sin pecado. Es por esto que 2 Cor. 5:21 indica que su hijo santo y sin pecado sufrió una metamorfosis y sin conocer pecado, se transformó en la esencia misma del pecado. Solo de esta manera, Dios pudo condenar este cáncer, para que ahora nosotros, que en nuestra naturaleza somos pecadores, también suframos una metamorfosis y seamos constituidos justicia de Dios en Cristo.

Poderosa gracia, lo que la obediencia a la ley no pudo hacer porque no tenía poder para sanar ese cáncer, Dios mismo, cirujano por excelencia, debió lograr lo que la ley jamás podía lograr, extirpar el tumor y darnos la vida que nos gobernará hasta la eternidad.



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