Mezclas
¿A quién no le gusta un buen café con leche? Espumoso, cremoso y bien acompañado, quizás con un fino croissant de queso crema y pechuga de pavo, ¡hmmm! Bueno, ¡Entre gustos y colores!... Probablemente a muchos no les guste el café con leche, pero no se pueden resistir a un crujiente pollo agridulce con arroz cantonés, ¡wow! Definitivamente existen cantidades de recetas cuyas combinaciones de sabores dejan bien parado al arte culinario. Desde las cosas más simples hasta los platos más elaborados pueden combinarse de mil maneras para disfrutar al máximo una buena cena.
Pero no todas las combinaciones son aceptables. Existen mezclas
que no se toleran y que con solo probarlas provocan la reacción más repugnante
que cualquier comensal puede experimentar. Una merengada de cebolla por ejemplo, un helado de mantecado con frijoles negros y sirop de ketchup, en fin, mezclas que en lugar de darle placer al paladar, provocan deseo
de regurgitar.
¡Qué desagradable giro de tema! ¿No?
Estábamos pensando en ricas
degustaciones y pasamos a un tema tan grotesco y repulsivo como lo
es el regurgitar un alimento. ¡Eeerg! ¡Guacala!
Entiendo que hablar de este tema te pueda parecer un poco burdo,
pero déjame continuar porque pudiera sorprenderte lo que tengo que contarte.
¿Sabías que nuestro Dios también experimenta estos deseos? Sí, aunque no lo
creas, el Señor también vomita. Ahora, ¿Qué es lo
que no digiere el Señor que le provoca regurgitar? Leámoslo
en Apocalipsis 3:16:
"Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te
vomitaré de mi boca".
¿Has notado que lo que el Señor vomita es una mezcla? El Señor
vomita al que
es tibio, y la tibieza es una mezcla, es la
combinación de lo frío y lo caliente. Nosotros consumimos alimentos fríos,
tibios o calientes, pero el Señor no puede tolerar a un tibio. ¿Qué tan dañino
puede ser algo tibio? Para nosotros quizás no hay ningún problema, pero para el
Señor es lo más desagradable que puede experimentar, un bocado tibio.
Ahora, ¿Qué es una persona tibia? Es aquí donde la mayoría
de los cristianos fallamos al juzgar. Siempre hemos asociado a una persona
caliente cuando está practicando todos los ejercicios espirituales propios de la cristiandad.
Cuando yo caminaba creyendo que la salvación dependía de mí y no de Cristo, tenía mi manera de juzgar quiénes de entre mis hermanos eran fríos y quiénes calientes.
Para mí, un
cristiano fogoso era el que estaba involucrado en todo tipo de actividades eclesiásticas, si asistía al culto y oraba tres veces al día, o si
leía la Biblia, predicaba y
ofrendaba,
ese hermano era un cristiano fogoso. Si había un hermano que no
oraba o no iba al culto, ni practicaba al pie de
la letra las
normas eclesiásticas, para mi ese era un creyente frío.
Con base en estas definiciones trataba de vivir mi propia vida cristiana. Ponía todo mi empeño para andar fogoso haciendo énfasis en las actividades antes mencionadas. No entendía que ninguna de estas disciplinas sube la temperatura.
Antes de continuar quiero dejar en
claro algo: “Respeto y amo la ley de Dios y aunque no somos salvos por obras, sé
que Dios nos hace andar en buenas obras”, por esto no quiero que pienses que estoy atacando las disciplinas
que se practican en la
cristiandad, en lo absoluto, mi intención es definir
correctamente a qué se refiere el Señor cuando habla de creyentes fríos, tibios
y calientes.
El Señor me hizo entender que el creyente frío no es el que no ora, tampoco el creyente fogoso es el que si lo hace. La temperatura no depende ni una pizca del cumplimiento de las actividades eclesiásticas. Si así fuera, no entenderíamos cómo el Señor disfruta del frío tanto como disfruta del caliente, porque a ambos los digiere sin dificultad.
El Señor me hizo entender que el creyente frío no es el que no ora, tampoco el creyente fogoso es el que si lo hace. La temperatura no depende ni una pizca del cumplimiento de las actividades eclesiásticas. Si así fuera, no entenderíamos cómo el Señor disfruta del frío tanto como disfruta del caliente, porque a ambos los digiere sin dificultad.
Dios vomita es a los tibios, esto significa que el que es frío como un helado y
el que es caliente como una pizza recién salida del horno no tendrá problemas,
Dios se los comerá y los disfrutará a ambos. Pero al tibio no lo tolera.
Imaginemos que el
hermano fulano ora y asiste al culto todos los días, si estuviera activo en
todas las actividades, nosotros diríamos que fulano es un cristiano fogoso.
Según, Apocalipsis 3:16, el Señor se lo comerá sin problemas. Pero resulta que
el hermano mengano no ora ni Lee la Biblia nunca, ¿Qué diríamos de él? Diríamos
que el hermano mengano es un cristiano frío porque no practica las actividades
que fulano sí práctica, pues sorpresivamente según el mismo texto, Dios también
se lo come y lo disfruta.
Ahhh! ¿pero qué del hermano zutano?
Porque zutano lee la Biblia un día sí y un día no, zutano ora y va al culto un día sí y un día no, ¿Le parece que este hermano debe ser vomitado porque un
día cumple y al otro día no? Definitivamente esto no tiene sentido, porque si al frío mengano Dios no lo vomita, es injusto que vomite
a zutano que por lo menos está cumpliendo más.
Con esta hipótesis fue que el Señor me
hizo entender que ser frío o caliente no tiene nada que ver con cumplir disciplinas, sino que más
bien se trata de otra cosa. La mezcla de lo frío y lo caliente definitivamente
tiene que referirse a motivaciones, naturalezas o
fuentes.
Dios recibe al frío y al caliente por igual. ¿Cómo podemos entender esto? Para comprenderlo,
debemos interpretarlo desde el punto
de vista de La Ley y La Gracia. Solo así podemos entender lo que Dios nos
quiere decir. Las piedras frías de la Ley podemos asociarlas a los
creyentes fríos, mientras que la gracia, cuyo representante es el Espíritu y el
fuego, puede asociarse con los creyentes calientes.
La afirmación de Dios diciendo: "Por cuanto no eres frío ni caliente" puede parafrasearse de la siguiente manera: "Por cuánto no vives cumpliendo la ley al 100% ni vives confiando en mi gracia al 100%". En otras palabras, el Señor espera que vivamos netamente bajo los términos del antiguo pacto o que vivamos completamente bajo la economía del nuevo pacto.
La afirmación de Dios diciendo: "Por cuanto no eres frío ni caliente" puede parafrasearse de la siguiente manera: "Por cuánto no vives cumpliendo la ley al 100% ni vives confiando en mi gracia al 100%". En otras palabras, el Señor espera que vivamos netamente bajo los términos del antiguo pacto o que vivamos completamente bajo la economía del nuevo pacto.
La mezcla de pactos es rechazada
por el Señor porque no congenia el uno
con el otro.
Nuestro Jesús nos enseñó que “nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera,
el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden;
pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar” (Marcos 2:22).
Hay para Dios dos maneras de ser justificados, o
cumpliendo al 100% la Ley como dice Romanos 10:5 “El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas” o confiando 100%
en Cristo como dice Romanos 10:9 “Que si
confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios
le levantó de los muertos, serás salvo”.
La combinación de ambas condiciones provoca que nuestro Dios vomite
porque para Él no hay medias tintas. Jesús, sobre el trato de las ambigüedades nos dijo: “Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no;
porque lo que es más de esto, de mal procede” (Mateo 5:37).
Podríamos tener dificultades si no vivimos el evangelio puro, sin mezclas que entibien el mensaje de la Cruz. O vivimos creyendo que Dios nos acepta porque cumplimos los mandamientos o vivimos creyendo que por cuanto Cristo cumplió la Ley por nosotros, por esto es que somos aprobados.
Probablemente, existan quienes les gusta una
merengada de cebolla, cremosa, dulce, a base de una exquisita vainilla, con
topping de crujientes cebollas picadas en cuadritos, no lo sé, pero estoy
seguro que muchos la vomitarían, porque simplemente, la cebolla no encaja en una
bebida como esta. Parece exagerado
¿verdad?, quizás a muchos le parezca excesivo que el Señor vomite al tibio,
pero no hay ambigüedades para Él, aún en Deuteronomio 22:9 indicó “No siembres en tu viña semillas diferentes,
para que no se pierdan la semilla que sembraste y el fruto de la viña”. Pensamos de este versículo en términos de
agricultura, pero tanto nos encerramos en esta tierra que nos cuesta discernir
que el Señor no aprueba las mezclas.
Nuestro Jesús dijo que un remiendo nuevo en un vestido viejo no encaja (Mateo 9:16), definitivamente no hablaba ni de moda y costura ni de telas, Él estaba hablando de dos tiempos distintos, de dos pactos diferentes. Muchos años me llevó darme cuenta que yo vivía un evangelio mezclado.
Nuestro Jesús dijo que un remiendo nuevo en un vestido viejo no encaja (Mateo 9:16), definitivamente no hablaba ni de moda y costura ni de telas, Él estaba hablando de dos tiempos distintos, de dos pactos diferentes. Muchos años me llevó darme cuenta que yo vivía un evangelio mezclado.
¿Qué es un evangelio mezclado? Imagínate cuántas
combinaciones se pueden hacer con el evangelio, creo que no se podrían computar, pero en mi caso viví muchos años combinando
la gracia con el legalismo, mezclando la justicia de Cristo con mi esfuerzo
propio. Como muchos, creía en que Cristo me salvó, pero para mantenerme en esa
salvación debía esforzarme por agradar a Dios.
Comúnmente creemos cosas como estas: “Cristo
murió para salvarnos, pero si deseas algo más que esta salvación, debes
ganártelo, porque ese `algo más` no está dentro del menú que Cristo pagó”.
Aceptaba la salvación por gracia, pero la santificación, la paz, la unción, la prosperidad, la salud, la comunión con Dios, la perseverancia y el retener esta salvación no había comprendido que también es por gracia, sino que intentaba pagarlo con mi propio esfuerzo. No entendía que la salvación incluía todo esto. Sé que esta palabra puede ser dura amado hermano, pero debemos entender que para agradar a Dios las condiciones son estas: “O confiamos 100% en Cristo o confiamos 100% en Cristo”. ¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada? (Santiago 3:11).
Aceptaba la salvación por gracia, pero la santificación, la paz, la unción, la prosperidad, la salud, la comunión con Dios, la perseverancia y el retener esta salvación no había comprendido que también es por gracia, sino que intentaba pagarlo con mi propio esfuerzo. No entendía que la salvación incluía todo esto. Sé que esta palabra puede ser dura amado hermano, pero debemos entender que para agradar a Dios las condiciones son estas: “O confiamos 100% en Cristo o confiamos 100% en Cristo”. ¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada? (Santiago 3:11).
A veces cuando vemos los mandamientos en la Biblia
hacemos el esfuerzo para cumplirlos y decimos: “Yo puedo hacerlo y lo haré”, es allí cuando aparece el “fogoso
fulano” y nos dice: “¡Claro que sí, dale
que tú puedes!” y nos reconoce, nos halaga y nos pone como ejemplo a
seguir. Pero cuando Dios nos confronta con su ley y nos prueba que no podemos
cumplir, nuestros ojos se abren.
Ahora no digo lo mismo, ahora veo el mandamiento y digo: “Yo no puedo hacerlo, soy imperfecto, lo que haré será lo siguiente: voy a confiar en Cristo, porque Él lo ha hecho todo por mi”. ¿Qué creen que pasará? Allí vuelve el “fogoso fulano” y nos dice: “¡Sí! Cristo lo hizo todo, pero tú debes hacer tu parte, ¡cuidado!, el hecho de que Cristo lo haya hecho todo no significa que te vas a sentar ahí sin hacer nada!”. En ese momento dejamos de ser el ejemplo a seguir, ahora más bien representamos un peligro. ¡Qué extraño! ¿Verdad?, cuando decíamos “Yo lo haré” éramos halagados, y ahora que decimos “Cristo lo hará en mi”, somos antinomistas.
Ahora no digo lo mismo, ahora veo el mandamiento y digo: “Yo no puedo hacerlo, soy imperfecto, lo que haré será lo siguiente: voy a confiar en Cristo, porque Él lo ha hecho todo por mi”. ¿Qué creen que pasará? Allí vuelve el “fogoso fulano” y nos dice: “¡Sí! Cristo lo hizo todo, pero tú debes hacer tu parte, ¡cuidado!, el hecho de que Cristo lo haya hecho todo no significa que te vas a sentar ahí sin hacer nada!”. En ese momento dejamos de ser el ejemplo a seguir, ahora más bien representamos un peligro. ¡Qué extraño! ¿Verdad?, cuando decíamos “Yo lo haré” éramos halagados, y ahora que decimos “Cristo lo hará en mi”, somos antinomistas.
Al final, parece que la obra de “CREER”, no la hemos
considerado como tal. Amigos, que Dios abra nuestros ojos para ver que si
Cristo, el que nos salvó, no es el mismo Cristo que nos va a santificar, y lo
está haciendo ya, sino que mas bien pretendemos hacerlo nosotros mismos por
cumplir la ley, lo que estamos haciendo es añadir una cebolla a la merengada de
vainilla.
Dios deberá revelarnos que no podemos vivir
100% de acuerdo a la ley, pues solo uno pudo cumplir la ley, ¡Cristo!, quien no vino a abrogarla
sino a cumplirla (Mateo 5:17), pero sí podemos hacer otra cosa, podemos optar
por vivir 100% confiados en Cristo y dependiendo de su amor y de la Vida que
nos da a través de su Santo Espíritu.
La ley es tan santa que va más allá del cumplimiento externo de ella. Jesús vino a ponerla en su debido lugar y la cumplió al 100%. El único varón aprobado por cumplir la ley de Dios hasta ser hallado sin pecado fue Cristo, y aún así fue hecho pecado por Dios para recibir la maldición de la Ley. Si queremos no ser vomitados por guardar la ley, no lo lograremos, solo Jesús lo logró.
La ley es tan santa que va más allá del cumplimiento externo de ella. Jesús vino a ponerla en su debido lugar y la cumplió al 100%. El único varón aprobado por cumplir la ley de Dios hasta ser hallado sin pecado fue Cristo, y aún así fue hecho pecado por Dios para recibir la maldición de la Ley. Si queremos no ser vomitados por guardar la ley, no lo lograremos, solo Jesús lo logró.
Si vivimos de acuerdo a la ley, nos guardaremos
de no cometer adulterio, que es el acto consumado, pero no podremos dominar el
sentimiento interno de codiciar a una mujer, lo cual también es adulterio (Mateo 5:28). Si vivimos de acuerdo a la ley,
intentaremos en lo posible no matar a nadie, pero no nos importará enojarnos
contra nuestro hermano, lo cual también nos hace
culpables de juicio (Mateo 5:22). No nos dejemos engañar por nosotros mismos,
la Ley solo exacerba el pecado para que nos demos cuenta que necesitamos un
Salvador.
Vivamos de la gracia, confiemos en aquél que ha
hecho todo por nosotros, Pues lo
que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo:
enviando a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el
pecado, condenó al pecado en la carne, para que el requisito de la ley se
cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al
Espíritu (Romanos 8:3,4).
¡Solo confiando 100% en Cristo seremos
considerados cristianos fogosos!
Pastor Luis Urbina Reyes
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